La Bitácora de un Efecto Paranormal



Bitácora de un Efecto Paranormal

Que sabemos o conocemos de la parapsicología?

La Parapsicología estudia los fenómenos mentales y materiales provocados por estímulos no físicos conocidos....

odos sabemos que para recibir información o conocimiento es necesario el uso de los sentidos. Pero a través de la historia nos encontramos con diversas experiencias que negarían lo precedente, un conocimiento en que no intervienen los sentidos para adquirir datos.

Más aún, puede incluir información sobre hechos futuros, que en la actualidad no existen, pero que luego ocurren efectivamente.
Estos tipos de fenómenos son conocidos con la sigla ESP (Extra Sensory Perception), o percepción extrasensorial.
Esta actitud, potencia, virtud o como quiera llamársela, fue denominada alrededor de 1930 por el Dr.J.B. Rhine, investigador de la Universidad de Duke (USA) con una letra del alfabeto griego = PSI.
Este fenómeno o efecto PSI puede ser clasificado en dos grupos o categorías:

1)Fenómeno PSI de conocimiento(ESP)

2)Fenómeno PSI de efecto físico

Al primero se lo puede dividir en tres subgrupos:

a) Si la mente alcanza a otra mente se la llama TELEPATÍA
b) Si la mente alcanza el futuro se llama PRECOGNICIÓN
c) Cuando se recibe información de un objeto o acontecimiento se lo denomina CLARIVIDENCIA.
Al segundo grupo se lo denomina PSICOKINESIS, que es la acción física de la mente sobre la materia (seres vivos y objetos inanimados).
 



PARAPSICOLOGÍA


I. Definición y objeto

La p. es una rama de la psicología general. Se ocupa de las impresiones y operaciones percepciones y acciones) del hombre — e incluso de los organismos vivos — que hasta el momento son inexplicables físicamente. El concepto fue propuesto en 1886 por Max Dessoir y hoy día se emplea internacionalmente. Los fenómenos de que se trata son llamados «parapsíquicos» o «paranormales»; el prefijo «para» da a entender que tales fenómenos se presentan o parecen presentarse al margen de los hechos de experiencia que nos son familiares y que podemos comprender mediante las categorías ordinarias de nuestra manera de entender el mundo.

La p. evita el término, empleado muchas veces, de «sobrenatural», que apunta a un concepto de naturaleza demasiado estrecho y condicionado por el tiempo.

Desde siempre se cuentan con notable homogeneidad hechos extraordinarios: informaciones sobre acontecimientos que no pudieron recibirse por los órganos normales de los sentidos; operaciones inexplicables sobre el mundo corpóreo. Se incluyen en el primer grupo: los sueños premonitores, que anuncian algo oculto en la actualidad o en el futuro, la proscopia y retroscopia, los presentimientos, las apariciones de muertos, la videncia; y en el segundo grupo: los anuncios de muerte mediante la ruptura de espejos, golpes, desaparición y reaparición de objetos; la pequeña y la gran obsesión y, sobre todo en las leyendas de los santos, la elevación sobre el suelo (levitación). 

El «gran misterio» que los hombres percibieron desde los tiempos más remotos, ha parecido oscilar por mucho tiempo entre el «-> milagro» por una parte y las operaciones o influjos «demoniacos» por otra (cf. -> posesión diabólica). La p. se propone investigar con métodos científicos los fenómenos en cuestión como «residuo no clasificado de nuestra experiencia» (William James). Aparte de los relatos acerca de hechos espontáneos extraordinarios («fenómenos espontáneos»), la observación de acciones extraordinarias intencionales — videncia de cosas ocultas, profecías, diagnósticos «mediales» de enfermedades, supuesta aparición y desaparición de objetos por encanto, etc. — ha conducido a distinguir dos clases o grupos principales de fenómenos, que pasan a ser tema de investigación científica:


1.° La cuestión de una experiencia (percepción) superior a la de los órganos sensoriales conocidos se investiga bajo tres modalidades: telepatía, videncia y predicción.

2.° La cuestión de un efecto dependiente del sujeto, físicamente inexplicable hasta ahora, sobre sistemas materiales; fenómeno que se llama psicocinesis o telekinesis.

Las tres modalidades de la «experiencia o percepción extraordinaria» se definen como sigue: la telepatía es transmisión de un proceso anímico (sensaciones, sentimientos, imágenes, ideas) de un sujeto a otro sin mediación de los órganos sensoriales conocidos; la videncia es la experiencia extrasensorial de una cosa no conocida por nadie: la predicción es el conocimiento anticipado de un hecho futuro, que no puede conocerse por vía normal, ni se produce como consecuencia de un presentimiento anterior. Esta última limitación se requiere para excluir acontecimientos que uno mismo causa consciente o inconscientemente por influjo de la fe en la exactitud de una «vivencia profética», a manera de una obsesión de cumplimiento. Así, p. ej., el sueño de un futuro accidente puede operar como tendencia determinante que lleva al accidente.



II. Evolución histórica

Desde los tiempos más remotos de la humanidad se habla de los fenómenos que hoy llamamos parapsíquicos. Bajo ropaje mítico éstos aparecen en las literaturas de los pueblos civilizados, en leyendas y cuentos, enmarcados en la tradición religiosa. Al comenzar la reflexión filosófica en la antigüedad, muy pronto aparece una doble especie de interpretación. Esos fenómenos en parte son considerados como «sobrenaturales», y el saber de cosas ocultas es atribuido bien a la inspiración divina, o bien a la acción demoniaca: «interpretación pneumatológica o demoniaca»; y en parte se buscan causas naturales, refiriendo los fenómenos a facultades anímicas especiales de algunos individuos: «interpretación naturalista o animista».
Desde tiempos muy antiguos los sueños fueron considerados como manifestación de experiencias extraordinarias, que parecen romper las barreras del tiempo y del espacio. Platón veía en los sueños una inspiración divina; en cambio Aristóteles, en su escrito De la adivinación por los sueños enseña que, en éstos, el alma reacciona a los mínimos estímulos, los refuerza y así puede obtener conocimiento de acontecimientos remotos. Aristóteles trata de restringir lo más posible los sueños proféticos. La experiencia hablaría desde luego en su favor; pero la falta de causa natural hablaría en contra: «Así no es fácil despreciarlos, ni fácil tampoco creer en ellos.» En el AT el sueño profético aparece en el marco de la historia sagrada como medio de revelación divina (Gén 28, 10-17; 37, 5-10; 40; 41, 1-32; 1 Re 3, 5-15; Mc 15, 11-16).

Abundantes alusiones a facultades extraordinarias se encuentran en las prácticas mágicas antiguas, medievales y posteriores; así, p. ej., la producción de visiones para fines adivinatorios por la contemplación de superficies espejadas (mántica alucinatoria; material copioso en A. DELATTE, La catoptromancie grecque et ses dérivés [P 1932]).

 Además del campo profano de la mántica adivinatoria, la «ciencia de cosas ocultas» aparece sobre todo en las leyendas de los santos, donde se cuentan también «fenómenos físicos», sobre todo de levitación (H. THURSTON, The Physical Phenomena of Mysticism [Londres 1952] ). Por operación demoníaca también los posesos saben cosas ocultas y entienden lenguas extrañas (cf. los signos de la posesión diabólica en el Rituale Romanum).

El neoplatonismo explicaba los fenómenos mágicos por una «simpatía universal»: se producen en el medio de una alma universal, que reacciona como un gran organismo. Siguiendo ideas neoplatónicas, Agrippa de Nettesheim, en su obra De occulta philosophia sive de magia (1531), intentó contrarrestar los excesos de la demonología, que culminaban en la hechicería y brujería. El concepto moderno de «ocultismo» fue tomado del título de su obra. Un primer llamamiento a la investigación experimental fue lanzado por Francis Bacon. En su obra Sylva Sylvarum: or a Natural History (1627) polemiza contra el alma universal de los neoplatónicos, y recomienda que «ni se crean sin más» las misteriosas acciones a distancia, «ni se rechacen por inverosímiles, antes de llevar a cabo una indagación adecuada».

Con los inicios de la filosofía de la ilustración en Inglaterra (John Locke) comenzó también una actitud escéptica ante lo «oculto», la cual, unida a la lucha contrala creencia en -> brujas, condujo a la negación de los fenómenos «sobrenaturales». Así se inició un proceso secular de repulsa, que, en nombre de la razón, relegó lo mágico al museo de curiosidades de la estupidez humana. 


Del lado cristiano se sacó a relucir la realidad de lo mágico contra los ateos (en Inglaterra, el clérigo Joseph Glanvil; en Francia, el abad benedictino Augustin Calmet). Frente al espíritu racionalista del tiempo sobresale la extraña figura del sueco Emmanuel Swedenborg (1688-1772), naturalista, político y visionario, que afirmaba estar en comunión con el otro mundo y recibir revelaciones de los espfritus. Sus visiones, particularmente la historia del «incendio de Estocolmo», que en 1756 describió con todos sus pormenores desde Göteborg durante el acontecimiento mismo, pertenece al repertorio firme de las anécdotas sobre lo extraordinario. Los swedenborgianos — una secta que surgió rápidamente — entraron en contacto vivo con un nuevo movimiento que por mucho tiempo rompería el tabú de la ilustración contra lo extraordinario: «el magnetismo animal», que fue fundado por el médico alemán Anton Mesmer (1734-1815). Las extrañas facultades de los sonámbulos (estudiados. por Mesmer y sus secuaces), que en el sueño magnético llevaban a cabo maravillas de clarividencia, suscitaron el entusiasmo del romanticismo por los «lados nocturnos de la vida psíquica». 

La vida anímica inconsciente (dormir y soñar, presentimiento, clarividencia) parecía preparar el camino para una nueva inteligencia del puesto del hombre en el cosmos. La vidente de Prevorst (St. 1829) de J. Kerner fue la biografía clásica de una médium (Federica Hauffe). Bajo la impresión de las extraordinarias realizaciones de los sonámbulos, la mayoría de los filósofos contemporáneos (Schelling, Hegel, C.G. Carus) reconocieron la realidad de las facultades «mágicas» de la naturaleza humana. Schopenhauer vio en ellas una prueba experimental de su doctrina metafísica sobre la voluntad como Ding an sich (cosa en sí), carente de espacio y de tiempo.

Bajo la influencia de las ciencias naturales, en la segunda mitad del siglo xix los fenómenos-límite pasaron nuevamente a ser «tabú». Pero tanto más proliferó el tráfico supersticioso con lo «oculto». Venida de América, se propagó rápidamente por toda la tierra la epidemia de «la mesa que se mueve». La secta de los espiritistas, que surgió rápidamente, creía ponerse en comunicación con los muertos a través de médiums y de mesas golpeantes. La Society for Psychical Research, fundada en Londres en 1882, invitó a una investigación científica de lo «oculto»; a ella han pertenecido sabios de todas las disciplinas. Se recogieron y clasificaron los «fenómenos espontáneos» (relatos de experiencias extraordinarias), se hicieron experimentos acerca de la que el filólogo de Cambridge, F.W.H. Myres llamó «telepatía» (transmisión anímica directa), y se estudiaron las supuestas realizaciones prodigiosas de las personas llamadas mediums físicos (D.D. Home, Slade, Eusapia, Paladino), en cuya presencia, durante sesiones muy discutidas, se levantarían «telecinéticamente» mesas del suelo, sonarían instrumentos de música bajo una jaula de alambre y se reproducirían en parafina cabezas y miembros. Los resultados fueron publicados en los Proceedings of the S. P. R. (1882ss). 

Siguieron sociedades en otros países, particularmente en los Estados Unidos; sin embargo, el terreno de investigación siguió siendo discutido. En Alemania entraron en él sobre todo los médicos de Munich A. v. Schrenck-Notzing (t 1925) y R. Tischner (t 1961), así como los filósofos H. Driesch y T.K. Osterreich. Driesch publicó en 1932 la primera metodología: Parapsychologie. Die Wissenschaft von den 'okkulten' Erscheinungen.



La parasicologia comenzó a adquirir categoría universitaria con los brillantes experimentos sobre telepatía en el instituto psicológico de la universidad de Groninga (Heymans y Brugmans, 1920). El año 1933 en Utrecht se encomendaron clases de p. a W.H.C. Tenhaeff; en 1953 se creó una cátedra para esta materia y se le agregó un instituto. A instancias de William McDougall, el año 1929 J.B. Rhine comenzó en la universidad de Duke (Durham, Carolina del Norte) los experimentos estadísticos sobre la cuestión de la percepción extrasensorial. 

En 1934 se fundó el Parapsychology Laboratory, cuyos resultados de investigación, publicados en el «Journal of Parapsychology» (1937ss), abrieron una nueva era en la p. estadística. En Alemania, durante los años 1933-34, H. Bender llevó a cabo investigaciones positivas sobre «percepción extrasensorial» en el instituto psicológico de la universidad de Bonn. En 1953, Bender recibió en Friburgo de Br. una cátedra para campos-limite de la psicología, la cual está unida con un instituto de igual nombre, abierto en 1953. En 1960, por obra del fisiólogo L.L. Vassiliev (t 1966), se agregó al instituto fisiológico de la universidad de Leningrado una sección para el estudio de la «bioinformación» (telepatía). La Parapsycological Association — sociedad de parapsicólogos universitarios (Durham, Carolina del Norte) — celebra anualmente congresos.



III. Estado de la investigación

La investigación parapsicológica se nutre de tres fuentes principales; como «materia prima» investiga: 1. Los «fenómenos espontáneos», las experiencias extraordinarias relatadas por todas las capas sociales, las cuales se acumulan en tiempos de crisis. 2. Hace experimentos de laboratorio con métodos cuantitativos y examina las facultades parapsíquicas de las personas que son objeto de experimentación. 3. Trabaja en experimentos preferentemente cualitativos con médiums adecuados, es decir, con personas en quienes hay razón de sospechar que poseen facultades parapsíquicas. Los procedimientos de experimentación se adaptan a la particularidad de los médiums, y en situaciones reales («experimentos bióticos») se estudian las realizaciones peculiares, en relación sobre todo con su motivación, para lo que se requieren métodos de la psicología profunda.

1. Fenómenos espontáneos, presentimientos, sueños premonitorios, proscopia y retroscopia, apariciones, gran obsesión, etc., se estudian fenomenológicamente como «hechos físicos» y, objetivándolos, como referencia a acontecimientos paranormales. Su evidencia depende del carácter fidedigno de los testigos y de la documentación. Los mejores casos — bastante raros — son aquellos en que, lo más pronto posible después del acontecimiento, se tomó nota escrita del mismo, y en que también puede alegarse documentación objetiva en pro de «cumplimiento».
Numerosas fuentes de error pueden conducir a falsas conclusiones: recuerdo impreciso, tendencia a una explicación mágica de la relación, obsesión de cumplimiento en supuestas predicciones, etc.
El método más seguro es la «observación expectante». 

Se invita a informadores en los cuales se sospechan sueños parapsíquicos a que comuniquen regularmente sus sueños a un instituto y den noticia inmediatamente del supuesto cumplimiento (Bender y Mischo). El copioso material se refiere aproximadamente en su mitad a acontecimientos simultáneos, y en su otra mitad a acontecimientos futuros. La manifestación preferida es el sueño realista o el que está envuelto en símbolos. Los fenómenos espontáneos se refieren generalmente a algo amenazador; los temas principales son: la muerte (sobre un 40 9b), el peligro para el cuerpo y la vida, la enfermedad, la separación, la pérdida de bienes y los celos. 

La emoción del miedo parece ser generadora de parafenómenos espontáneos. Estos se refieren casi siempre a personas unidas emocionalmente; en experiencias predictivas lo colectivo (guerra, catástrofes) aparece casi exclusivamente en unión con el destino personal.
Los fenómenos relacionados con la pequeña y la gran obsesión deben asegurarse contra una falsa interpretación y contra la engañosa e irresponsable manipulación histérica, para justificar la hipótesis de psicocinesis espontánea. La gran obsesión, cuando va vinculada a una persona, suele proceder de jóvenes en período de pubertad, cuyas tensiones psíquicas se descargan en destrucciones (rompiendo vajilla, reventando bombillas, y también mediante golpes, pasos, etc.; prueba objetiva en el caso de Rosenheim [1967-1968]). Cuando la gran obsesión está vinculada a un lugar, un acontecimiento con carga afectiva (asesinato, suicidio, etc.) ha de producir posteriores fenómenos extraordinarios; pero aquí la investigación no ha pasado de relatos anecdóticos.

S. Freud dedicó especial atención al sueño telepático, y recomendó investigaciones sobre la relación médico-paciente (situación analítica: Helene Deutsch, Hollos, Eisenbud, Ehrenwald, Servadio). C.G. Jung opina que sólo en el caso particular bien observado se aclara la naturaleza individual de los fenómenos parapsíquicos en su vinculación a «una condición arquetfpica del alma».

2. Experimentos cuantitativos (estadísticos) de laboratorio (J.B. Rhine, J.G. Pratt, S.G. Soal y otros) laan contribuido de forma esencial a que pueda someterse a discusión científica el material anecdótico. El Parapsychology Laboratory y los grupos de investigación que tiene anejos han utilizado durante décadas un material que aún hoy día es aprovechable para el estudio de la percepción extrasensorial. Se usan cinco símbolos geométricos (cruz, círculo, línea ondulatoria, cuadrado y estrella), que en los juegos se emplean cada vez en 5 X 5 = 25. En proporciones puramente casuales se logran en series suficientemente largas 5 aciertos sobre 25 intentos (expectación media casual). Si, descartando toda posibilidad de una información normal sobre las cartas, se sobrepasa la expectación casual, se concluye la intervención de un fenómeno parapsíquico.
 A base de la teoría de la probabilidad, puede calcularse con los procedimientos estadísticos corrientes la importancia del resultado. Si se estudia la videncia, la situación de las cartas no debe ser conocida por nadie; en los ensayos de telepatía, una persona piensa en los objetos que otra trata de conocer; en la proscopia, las cartas se mezclan después de la predicción.
Ya en su primera publicación Extrasensory Perception (1934), Rhine considera la telepatía y la videncia como experimentalmente demostradas; y, a este respecto, sobre todo los experimentos a distancia (videncia más de 200 m, telepatía a más de 500 km) garantizarían la eliminación de todas las fuentes de error. Los resultados han sido confirmados por numerosos investigadores, que han empleado métodos constantemente perfeccionados. Siempre se ha visto que los resultados dependen de factores psicológicos (disposición de las personas sometidas a ensayo, tensión, apuestas, acción estimulante del experimentador), pero no de variables físicas (distancia, aislamiento, etc.). También la proscopia de la posición futura de las cartas la considera Rhine desde 1940 como demostrada por efectos. Tales efectos los ha demostrado sobre todo el matemático londinense S.G. Soal en ensayos con el médium B. Shackleton.

Un grupo de investigadores soviéticos (L.L. Vassiliev) demostró en los años treinta con el «método hipnógeno» la hipnosis «mental-sugestiva» (telepática) a distancia, que había sido demostrada ya en 1886 por el psiquiatra francés Pierre Janet. Una separación de agentes y percipientes por medio de las jaulas de Faraday (cámaras de plomo), que se hizo para la comprobación de una hipótesis electromagnética («radio del cerebro»), no influyó sobre el resultado.
El problema de la psicocinesis ha sido estudiado por Rhine, McConnell, Fisk, Forwald y otros mediante el experimento de hacer que determinadas personas influyan en los dados que caen, de modo que un número deseado de puntos aparezca con más frecuencia que la casual. Pudieron demostrarse efectos, consistentes sobre todo en un descenso regular de los resultados durante un proceso de ensayo (efectos de descenso o declinación), cosa que se había observado también en la percepción extrasensorial de cartas. También se hacen experimentos psicocinéticos incluyendo sobre la descomposición de sustancias radiactivas (Rémy Chauvin) o sobre el crecimiento de las plantas (Ch. Vasse).

Como resultado de un trabajo experimental de más de treinta años, Rhine concluye que la percepción extrasensorial y la psicocinesis son manifestaciones de una función fundamental psíquica (psi-función), en que puede distinguirse un lado cognoscitivo (perceptivo) bajo las modalidades de telepatía, videncia y predicción, y otro motor (psicocinesis), en analogía paranormal con el sistema sensomotor. Psi operaria fuera de las energías físicas conocidas y de la dimensión tiempo-espacio.

3. Experimentos cualitativos con médiums hacen ver con particular claridad la dependencia de psi-operaciones respecto de procesos inconscientes y de un «campo afectivo».
Los grandes médiums — como la americana Mrs. Piper o la inglesa Mrs. Leonard — lograron sus mejores efectos en estado de trance. A menudo parecen manifestarse difuntos a través de tales médiums, dando informaciones sobre su vida que se comprueban como ciertas. Siempre es posible una «interpretación animista» por reducción a psi-funciones del médium mismo. Éstos se valen a menudo de un objeto (anillo, pañuelo, etc.) para ofrecer datos sobre el dueño o sobre la «esfera» del objeto (psicometría). El «objeto psicométrico» (inductor) parece poner al médium en contacto con contenidos de una memoria ajena, lo mismo que un recuerdo activa contenidosde la propia memoria (Tenhaeff). Las declaraciones de los médiums a menudo tienen estructura onírica: informaciones reales se presentan mezcladas con propias tendencias afectivas. En ensayos de predicción del médium holandés Gerardo Croisset, Tenhaeff y Bender observaron que complejos afectivos hacían sensible al médium para la aprehensión de hechos futuros que correspondían a estos complejos. Los médiums no pueden objetivar sus impresiones, no tienen un criterio para distinguir entre psi-información auténtica y fantasía. De ahí que el empleo práctico de las psi-facultades sea problemático y peligroso. Las declaraciones de los médiums pueden servir en el mejor de los casos para la investigación; deben ser comprobables con las potencias normales de conocimiento. Consejeros videntes son frecuentemente oráculo de las expectaciones conscientes o inconscientes del cliente, y en este caso surge falsamente la impresión de objetividad.

IV. Hipótesis y relación con otras disciplinas

El experimento parapsicológico ocupa un puesto aparte, pues este tipo de fenómenos no pueden repetirse a placer, y las condiciones de su manifestación son completamente conocidas en su aspecto físico, pero sólo insuficientemente en el psicológico. De ahí la dificultad de establecer hipótesis y de comprobarlas por la variación sistemática de las condiciones. Con todo, hay razón para sospechar que un «campo afectivo» — estados y relaciones fuertemente emocionales — son favorables para la producción de tales fenómenos y que un descenso del nivel de la conciencia (menor concentración, dormir, soñar, hipnosis, trance) favorece la manifestación de psi-informaciones.
Se ha intentado explicar la telepatía como una especie de «radio del cerebro». Sin embargo, no se ha confirmado una teoría undulatoria electromagnética. Los mismos investigadores soviéticos han tenido que conceder que sus resultados hablan en contra. Los neurofisiólogos declaran (Grey Walter) que los fenómenos eléctricos del cerebro no se prestan a trasmitir informaciones por el espacio. Todas las consideraciones sobre una supuesta relación física entre un estímulo y un receptor desconocido en la percepción extrasensorial carecen de sentido en la predicción. Un suceso que está en el futuro no puede ser causa energética, contra la corriente del tiempo, de una impresión surgida antes. La predicción (o precognición) sería por naturaleza un fenómeno no causal. H. Driesch propone el concepto de un «campo anímico» supraespacial y suprapersonal, en que se realizarían percepciones, telepatía y videncia.

Recientemente, físicos teóricos ven una posibilidad de explicación de la percepción extrasensorial en la hipótesis de la «omnipresencia» de partículas mínimas, consideradas como infinitamente extensas (J. Petzold).

Para la predicción, que no se explica así, Osty, Neuhäusler y otros suponen una «conciencia universal planificante», en la que se dan «esquemas del futuro». La observación de cómo los efectos psicocinéticos relativos a la gran obsesión superan a veces las fuerzas de los medios que los producen, ha llevado a la reflexión de que los medios físicos «organizan» tal vez la energía, pero no la producen. La teoría de la sincronización de C.J. Jung renuncia a una explicación física. Según Jung, los acontecimientos cósmicos no sólo están ligados por una causalidad perceptible en las leyes naturales, sino que en ellos también puede crearse un nexo por el «sentido», el cual actúa fuera de las dimensiones del espacio y del tiempo.



Muchos parapsicólogos consideran el enlace con la física teórica como el aspecto más prometedor de la investigación, que permite esperar nuevas conclusiones sobre la relación entre el alma y la materia. También urge estudiar la cuestión de si los fenómenos parapsicológicos, que en muchos casos se han considerado como atávicos, se encuentran también en los animales. Investigadores del comportamiento (R. Chauvin) han iniciado estudios que parecen confirmar anteriores resultados positivos de Bechterew. En el campo de la etnología es importante la cuestión de la existencia de fenómenos parapsíquicos para una inteligencia tal vez nueva de las prácticas mágicas y de las representaciones primitivas.

Muy estrechos son los contactos con la ciencia de la religión y la teología. Pueden demostrarse analogías parapsicológicas con el milagro y las infestaciones demoníacas. Los milagros no aparecen ya como un acontecer extra ordinem totius naturae (Tomás de Aquino), sino como una «contradicción con lo que sabemos de la naturaleza» (Agustín). Esto no afecta al -> milagro como signum Dei. En el campo de la teología protestante la p. incita a un diálogo con el concepto de -> desmitización, en cuanto se pone en tela de juicio el hecho de los milagros. En contra de la concepción de los espiritistas, la p. científica no puede aducir pruebas empíricas en pro de la pervivencia después de la muerte.

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