Sumerios, asirios, babilónicos, egipcios, persas, minoicos, micénicos, mayas, olmecas, fenicios, etruscos, moche, aztecas, incas, polinesios, maoríes, etc. Han existido civilizaciones muy avanzadas, que han dejado un legado asombroso. Sus conocimientos en astrología, astronomía, matemáticas, escritura, arquitectura… eran demasiado avanzados, tanto, que conocían fuerzas físicas y cálculos matemáticos que estaban totalmente muy por encima de sus posibilidades.
Los mayas poseían varios calendarios, y uno de ellos se llamaba el calendario de las 13 lunas, que nos sincronizaba con el centro de nuestra galaxia. Formulaban el tiempo en una frecuencia 13:20 (13 lunas y 20 ciclos lunares), a diferencia de nuestro calendario gregoriano (instaurado por el Papa Gregorio XIII en el 1.582), que tiene una frecuencia 12:60. El calendario maya se basaba en el tiempo, y nuestro calendario se basa en el espacio.
La frecuencia 12:60 nos mantiene en un tiempo mecanizado, lineal, por el que nos mantenemos en la tercera dimensión constantemente, de materialismo y esclavitud. La frecuencia 13:20, permite elevarnos espiritualmente e ingresar en la cuarta y en la quinta dimensión, dimensiones de libertad y sincronía con el Yo Superior. En la cuarta dimensión se desarrolla la telepatía, idioma universal entre los habitantes del planeta, y posiblemente de todos los demás existentes. La sincronización con el ciclo de las 13 lunas, permite vivir el presente real, y lo sincronizamos con nuestros cuatro cuerpos inferiores; físico, mental, emocional y etérico.
La tercera dimensión es la manifestación física, concreta, es la proyección de la cuarta dimensión (no hay nada que hayamos inventado, que no haya existido antes en nuestra mente, como un pensamiento). La cuarta dimensión es una dimensión mental, imaginaria, que precede y contiene lo físico, es la dimensión del tiempo y la mente. Hoy en día, los seres humanos somos la única especie que no vive conforme a los ciclos de la naturaleza.
El calendario maya de 13 lunas y el calendario de 260 días (13×20), son funciones de la ley del tiempo. Los mayas conocían esta Ley, no hubo una intención arbitraria. Utilizaron más de 17 calendarios, porque sabían que el tiempo es frecuencia de sincronización. Estos calendarios los utilizaban para sincronizar los ciclos naturales de la tierra para la agricultura, para sincronizar con galaxias, estrellas, planetas, utilizando proporciones matemáticas, porque sabían que el tiempo afecta a la mente. Los Mayas, comprendían que la ciencia del tiempo, es una ciencia mental.
Además del calendario del ciclo de 13 lunas (calendario ceremonial), existía otro llamado “Recuento Largo” o “calendario de Venus”. La unión de estos calendarios predecían acontecimientos celestes futuros. Los mayas creían en cinco soles de la creación, el quinto y último está previsto que finalice el 21 de diciembre de 2.012, día del solsticio de invierno.
Hace 65 millones de años, ocurrió uno de los acontecimientos más enigmáticos y catastróficos en nuestro planeta, tanto fué así, que cambió nuestro planeta y su destino para siempre. Un meteorito de 11 km de diámetro, aniquiló cientos de especies, entre ellas, los dinosaurios.
En la península del Yucatán, bajo el lecho marino, se encuentra el cráter de Chicxulub (la “pulga del diablo” en idioma maya). Este cráter tiene un diámetro de 180 x 300 km, llegando hasta el Golfo de México.
Esta zona contiene grandes cantidades de iridio, un metal muy raro y extraño en nuestro planeta, capaz de soportar temperaturas superiores a los 2.000ºC, siendo casi insoluble. Es considerado un metal extraterrestre, con gran resistencia a la corrosión a altas temperaturas, no es atacado ni por los ácidos ni por el agua regia. En la zona del impacto, la temperatura que se originó fundió todo tipo de roca y minerales, pero se encontró demasiado iridio, un metal que abunda en los meteoritos.
Millones de años después, en esa zona crecieron civilizaciones como la maya y la olmeca. Nuestro calendario occidental, surgió del cálculo que tardaba la tierra en dar una órbita completa alrededor del sol. El resultado de este cálculo en 1.582, dio como resultado que la tierra tardaba 365,25 días en realizarlo (hay un error de 0,0003 días por año, algo bastante ajustado para el siglo XVI y muy exacto para la época).
Los olmecas, sin la ayuda de instrumentos de precisión avanzados, calcularon que el año solar duraba 365,2420 días (un error de 0,0002 días por año). Es decir, los datos de una civilización mucho más antigua, calculó de forma más precisa la duración de la órbita de la tierra alrededor del sol. ¿Cómo era posible?. En otros episodios ahondaré en profundidad sobre antiguas civilizaciones y sus misterios.
Chichen Itzá (su traducción sería “en la orilla del pozo de los brujos del agua”), es una de las ciudades mayas más importantes. Está ubicada justo en el borde del anillo de impacto del asteroide que hace 65 millones de años chocó con nuestro planeta. Desde la pirámide allí construida, llamada Kukulkan, hasta el centro del cráter, el ángulo resultante mide 23,5º exactamente el mismo ángulo del eje de rotación de la tierra, inclinación por la cual existen las cuatro estaciones.
¿Cómo sabían los mayas que dicho meteorito se había estrellado allí hace 65 millones de años?. Otro cataclismo fue la glaciación que sufrió la tierra hace 115.000 años, donde la mayor parte del hemisferio norte y sur, estaban cubiertos por casquetes de hielo de 3 km de grosor, llegando hasta el paralelo 37 (Almería se encuentra en ese paralelo).
Este cataclismo coincidió con la alineación que el calendario maya predice para el 21 de diciembre de 2012. Esta alineación a la que hace referencia, surge cada 13.000 años, así que la última se remonta al 11.000 a.C. Si empezamos a restar la cantidad de 13.000 años a la fecha de la glaciación ocurrida hace 115.000 años, llegará un instante que indique el 11.000 a.C., fecha donde se produjo una nueva alineación hacia el centro de nuestra galaxia, que anuncia cambios importantes y decisivos para la vida en nuestro planeta y los seres vivos que la habitan.
En esa fecha, se produjo el nacimiento de una nueva raza, el homo sapiens sapiens, el ser humano moderno , un paso trascendental evolutivo. Nuestros antepasados nos hablan constantemente, a través de sus edificaciones, esculturas, pruebas, pero apenas escuchamos, no creemos lo que nos dicen y nos creemos más avanzados y superiores. Existen indicios, pruebas materiales, visuales, manuscritos, etc. Nos están dando la posibilidad de cambiar nuestro rumbo, nuestro destino y, seguramente, nuestra extinción. Nos hemos hecho a la idea que somos superiores, que somos los dueños de nuestros designios y de las demás especies, que conocemos nuestro pasado y solo nos interesamos por nuestro futuro.
Cuando el hombre cree que lo sabe todo y conoce todas las respuestas, deja de aprender, de investigar, de dudar, y lo que es más importante, deja de escuchar, aún cuando la evidencia está frente a él.
Paso a paso, iré analizando por qué se han edificado edificios mastodónticos como las pirámides, cómo es posible que civilizaciones separadas en el tiempo y en el espacio, posean conocimientos tan avanzados y tan parecidos, cómo las explicaciones que nos han dado no son válidas porque los cálculos matemáticos y la ciencia no amparan diversas teorías, y que las teorías más sensatas, las más lógicas, nos hablen que toda aquella tecnología y conocimientos, no provengan de este planeta.
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